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Probióticos y prebióticos

Eje intestino cerebro

El cuerpo humano se compone de varios sistemas que interactúan entre sí para garantizar funciones esenciales para la vida y libre desarrollo de las actividades cotidianas. Hay algunas relaciones entre estos sistemas que son impensables para muchos, pero que es de suma importancia conocerlas para encontrar un equilibrio y tratar de mantenerse saludable integralmente.

¿Sabías, por ejemplo, que lo que comes puede influir en tu estado de ánimo y, a su vez, que ciertos problemas gastrointestinales pueden estar relacionados con trastornos como la ansiedad y el estrés? Estos y otros casos son recogidos por distintas proyecciones científicas sobre el llamado eje intestino-cerebro, que exponen, además, sus principales implicaciones y características, algunas de las cuales se resumen a continuación.

¿Qué relación hay entre el intestino y el cerebro?

Básicamente, el eje intestino-cerebro se define como la interacción mutua entre la microbiota del aparato digestivo y el sistema nervioso central, con consecuencias directas en el funcionamiento del cuerpo humano.

A nivel científico se han descrito múltiples vías de comunicación entre el intestino y el cerebro (Gómez et al., 2019). Estas vías incluyen:

- El nervio vago

- Moléculas de señalización derivadas de la microbiota intestinal (como los ácidos grasos de cadena corta y determinados neurotransmisores).

- Y mediadores del sistema inmunitario (como citocinas y mediadores inflamatorios)

¿Cómo funciona el eje intestino-cerebro?

Gran parte de la comunicación del cerebro con el intestino, y viceversa se da por el nervio vago. Este nervio es una vía directa que conecta al cerebro con el intestino (aunque también muestra conexiones con otros órganos como pulmones, corazón, hígado o estómago). El nervio vago informa al intestino de cuándo y cómo debe funcionar, siendo este el motivo por el que algunas personas, cuando se sienten estresadas presentan síntomas intestinales.

Por otro lado, las terminaciones del nervio vago en el intestino también recogen información de la zona, y la hacen llegar hasta el cerebro. En esta comunicación juega un papel importante la composición de la microbiota, ya que los microorganismos que viven en nuestro intestino son capaces de fabricar hormonas, neurotransmisores y metabolitos, que van a decirle al nervio vago, y por conexión directa a nuestro cerebro, si todo está bien en el intestino.

En definitiva, si la microbiota intestinal entra en desequilibrio, puede desencadenar fácilmente no solo problemas asociados al tracto digestivo, como acidez, náuseas, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento, sino originar trastornos cerebrales, como ansiedad, estrés, depresión e incluso patologías neurológicas más complejas.

¿Cómo cuidar la microbiota intestinal y el cerebro?

La microbiota intestinal es un conjunto bacteriano, que se compone por millones de microorganismos encargados de distintas funciones sistémicas, y que se desarrolla a lo largo de la vida.

A partir del nacimiento y conforme entramos en contacto con nuestro entorno, esta microbiota se va formando. Es por ello que incluso aspectos como el tipo de parto, ya sea por cesárea o natural, o el suministro de leche materna o de fórmulas, inciden en la construcción de esta flora bacteriana y, consecuentemente, en el metabolismo e inmunidad del infante.

En este sentido, la dieta forma un elemento esencial para el desarrollo progresivo de la microbiota intestinal y de las funciones que es capaz de ejecutar en todo el organismo. Sin embargo, no debe olvidarse que es un eje que interactúa en dos direcciones y que en la vida adulta otros aspectos también entran en juego, como los hábitos y la exposición a factores externos.

Algunos profesionales definen una lista de 9 pilares sobre los cuales trabajar para alcanzar una armonía entre microbiota y salud cerebral:

  1. Regular los ritmos circadianos, pues al alterar las horas y ritmos del sueño se afecta la actividad bacteriana y con ella la generación y liberación de neurotransmisores.
  2. Disminuir la exposición a tóxicos ambientales, especialmente a metales pesados, microplásticos, pesticidas o ciertos aditivos alimenticios que afectan la microbiota.
  3. Evadir episodios de estrés crónico, pues este fenómeno genera un permanente estado de alerta en el organismo, lo que propicia un desequilibrio sobre la microbiota.
  4. Mantener una alimentación equilibrada, especialmente rica en probióticos naturales, los cuales se consiguen esencialmente en comida real y no en alimentos procesados.
  5. Desarrollar una rutina de ejercicio, pues esto contribuye a eliminar toxinas y bacterias dañinas que originan problemas asociados al metabolismo, obesidad y pérdida de peso.
  6. Participar en actividades de socialización, ya que además de disminuir el estrés hay un intercambio natural de microorganismos que contribuyen a enriquecer el organismo.
  7. Entrar en contacto con la naturaleza, especialmente porque la biodiversidad y los ambientes libres de sustancias tóxicas contribuyen al bienestar físico y mental.
  8. Evitar la sobremedicación, pues la automedicación y la ingesta de antibióticos ya afectan directamente la calidad de la microbiota, la cual tarda en regenerarse naturalmente.
  9. Ingerir probióticos como refuerzo, los cuales son capaces de enriquecer la flora bacteriana para fortalecer el eje intestino-cerebro.

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Referencias

ABC. (2021, 6 diciembre). Los nueve pilares que mejorarán tu salud cerebral. Autor. Recuperado de: https://www.abc.es/bienestar/psicologia-sexo/psicologia/abci-nueve-pilares-mejoraran-salud-cerebral-202112060103_noticia.html

Gómez, M., Ramón, J., Pérez, L., & Blanco, J. (2019). El eje microbiota-intestino-cerebro y sus grandes proyecciones. Revista de Neurología, 68(03), 111. https://doi.org/10.33588/rn.6803.2018223

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